martes, 7 de diciembre de 2010

In Julian Assange we trust




Todo el mundo tiene un secreto. Tener secretos es inherente a la condición humana en tanto en cuanto se entiende a la persona como un ser social.  Nos mantienen protegidos. Respaldan una imagen. Mejoran relaciones entre sus conocedores y quizá entre los desconocedores, si es que el secreto versa sobre ellos.  Son necesarios. Se podría decir incluso que son sanos.
¿Pero qué pasa cuando el que tiene secretos es el estado? ¿Qué pasa cuando ese “padre” autoritario, ejemplar y protector tiene que actuar a espaldas de sus “hijos”? La política de lo políticamente incorrecto.  Para muchos políticos, como Felipe González o Thomas Flanagan esos secretos no sólo (llamadme rebelde, pero yo seguiré acentuando “sólo”) son necesarios, sino que sus guardianes son  casi héroes.

Algo falla.

Si nos proclamamos el adalid de la justicia no podemos actuar a sus espaldas. Si somos los mayores defensores de la democracia y la libertad no podemos atentar contra ella. Nos vanagloriamos de ser la sociedad de la comunicación siempre y cuando ésta se ciña a subir fotos nuestras hechas en el baño con el móvil. Porque en el momento en el que alguien ejerciendo su derecho a la libertad de expresión dice algo verdaderamente interesante – para ser exactos se ciñe a publicar lo que revelan fuentes confidenciales, como ha sido toda la vida en la historia de la información -,  el sistema represivo, el gran hermano teóricamente inexistente; entra en funcionamiento. Ya no hay dominios para él. PayPal deja de ser la forma más rápida y segura de pagar. Y desde luego, las redes sociales pierden la esencia de su nombre.

Los políticos cacarearán: “Lo hacemos por salvaguardad la libertad, es una cuestión de seguridad”. Decía Benjamin Franklin  que “El pueblo que está dispuesto a cambiar su libertad por seguridad no merece ninguna de las dos. Sin embargo, habría que investigar sus archivos reservados para saber hasta qué punto era fiel a sus palabras.

De la revolución francesa prevalece la maxima de Votaire ¨ Mi señor, detesto lo que usted dice, sin embargo, moriría por su derecho a decirlo. Cuánto ha cambiado en el la clase política desde los tiempos de Franklin y Voltaire. A día de hoy, ni siquiera se molestan en ocultar que Julian Assange es una chinita en el zapato de la que hay que deshacerse, un objetivo claro a la altura de Al Qaeda.

Por eso, te guste o no lo que publique Wikileaks o cualquier otro soporte informativo, si crees en los auténticos principios de la democracia y la libertad, no vuelvas la cara a este ataque. 

sábado, 4 de diciembre de 2010

Controladores

Tan tradicional en estas fechas como el anuncio de Freixenet o la emisión de Quo Vadis son las imágenes en los telediarios de miles de personas cabreadas y hacinadas en aeropuertos (y estaciones, pero hoy no les toca a ellos) por culpa de ese gremio maldito, los controladores.

A cualquier mileurista de a pie le parece inverosímil que una persona que gana n veces más que él proteste por sus condiciones laborales. Pero esto es así desde que existe el sistema económico actual y su equilibrio basado en la ley de la oferta y la demanda. Si tu trabajo lo pueden hacer millones de personas prepárate para tragar carros y carretas de mierda, porque detrás de ti habrá cientos dispuestos a hacer tu trabajo en peores condiciones. Eso sí, como seas un cabrón afortunado al otro lado de la balanza, podrás pedir el oro y el moro y seguramente te lo concederán. Las normas del juego son estas y si no te gustan, pues te jodes, porque esto no funciona como el dicho de las lentejas.

Así que un día cualquiera, pongámosle ayer, en una maniobra propia de Saramago en su Ensayo sobre la lucidez, todos los controladores de forma automática se ponen de baja y que cunda el pánico. Siguiendo la trama del genio portugués el gobierno declara estado de alarma y llama al ejército. Y mucha gente de a pie aplauden con las orejas ante esta medida. Que cada día nos parezcamos más a historias de Huxley, Orwell o Saramago me aterra.

Los controladores alegan que no es una cuestión de dinero, sino de recorte de derechos y con toda la mala leche del mundo han elegido jodernos el puente y demostrarnos que ellos controlan el país. La muchedumbre enfurecida amenaza con desempolvar sus rastrillos y azadas y como antaño, llevar a cabo una caza a la vieja usanza. ¡¡Muerte al controlador, despido automático, a la cárcel con ellos!! 

No voy a entrar en valorar sus recortes porque francamente no me he molestado en mirarlo, no me interesa demasiado. Lo que si admiro y mucho es su capacidad de unión y su dignidad porque cada día, a esos trabajadores de empleos estándar de fácil sustitución, con la premisa de apretarse el cinturón por una crisis que no causaron ellos les van recortando sueldos, bajas, indemnizaciones, subsidios...; en definitiva derechos que llevó años, sangre, sudor y lágrimas conseguirlos y que ahora mismo les van esquilmando sin que nadie haga nada por evitarlo. " Una huelga no sirve de nada", "Total, si las protestas y los decretos ya están pactados", "Yo paso de movilizarme porque igual me echan y total a mí no afecta", "Esta es una protesta promovida por el PSOE", "No voy a perder los 50 euros de trabajo ese día para nada"...todo argumentos estériles de seres con la mente llena de una shopping list, compre hoy pague usted en dos meses. Seguramente una huelga no sirva para nada pero a buen seguro que si un dia todos nos plantáramos, las pequeñas y medianas hormiguitas y dijéramos basta ya, con dos cojones, la cosa cambiaba. La unión hace la fuerza, y no importa que seas de derechas o de izquierdas, que creas en dios o no. La cuestión es que nosotros, mi generación, viviremos por vez primera peor que nuestros padres. Con eso me quedo.